Por: Gustavo Méndez

Gustavo Méndez
@CGImaginations

Salimos de Pamplona en una mañana muy fría rumbo a lo que pensábamos sería un pueblo de mar, pero la verdad es que cuando llegamos sentíamos que estábamos en una pequeña ciudad montañesa mirando al océano a lo lejos, vamos a Santillana del Mar.

Entramos al centro histórico de la ciudad buscando al parador de Gil Blas y llegamos a una pequeña plaza empedrada y al frente, una mansión que nos contaron era la de la familia Barrera Bracho, el sitio donde está emplazado este impresionante parador que nos abría sus puertas para una experiencia inolvidable.

Era el primer parador en el que nos hospedábamos en toda nuestra existencia y la escogencia no pudo ser mejor.

Primero recibimos una atención espléndida por parte de su personal, y luego nos dimos cuenta de que esto era una constante en todos los paradores que visitamos.
Después nos quedamos anonadados con el encanto de la edificación, los pisos de madera, los amplios salones y las habitaciones que nos mostró su director, José Campos. Algunos de esos cuartos cuentan con un balcón que da a un patio interno maravilloso y, en todo, un aire de tradición que se respira, que es sencillamente impresionante.

Gastronomía de primera

La gastronomía sólo la podemos calificar de excelente. Porque cuando uno está recién llegado del otro continente y se encuentra con aquellos platos en esa época de frío, que le brinda la oportunidad de comerse un cocido montañés con un tinto de la casa y después un sobao de torrija como postre, eso hace la delicia de cualquiera.

Luego para bajar la comida, caminamos a la luz de las estrellas, en un cielo limpio y hermoso en ese centro tradicional de la ciudad que está rodeado de tiendas, de casas pequeñas, todas al estilo antiguo.

Y siguiendo por la calle nos encontramos con un convento y más allá estaba el zoológico, que visitaríamos al día siguiente.

Dormir con toda comodidad en el parador fue algo muy simple y en la siguiente jornada, nos dedicamos a visitar no solo el zoológico, sino también el recuerdo milenario de las cuevas de Altamira que es algo que nadie se puede perder.
No pueden dejar de ir al parador de Gil Blas en Santillana Del Mar.

Santillana del Mar es definitivamente un tesoro y si quieren oír una anécdota graciosa de lo que pasó cuando los visitó un príncipe los invitamos a ver el enlace que tienen más abajo.

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