Colonia Tovar.- A poco más de una hora de Caracas, un cambio de escenario y temperatura marca el inicio de otra Venezuela. La Colonia Tovar no solo parece salida de un cuento alpino; es, en esencia, una pausa necesaria para quien busca desconectar y sorprenderse sin alejarse demasiado. Rodeada por montañas cubiertas de neblina y flanqueada por árboles altísimos, su ambiente frío y su vegetación generosa le dan un carácter que no se encuentra en ningún otro rincón del país.
Caminar por sus calles es un deleite. Las hortalizas se exhiben como pequeñas joyas recién cosechadas: zanahorias firmes y de color intenso, cebollines fragantes, berros brillantes, espinacas de hojas amplias, lechugas que aún conservan gotas de rocío. Y en medio de tanta verdura, se asoman las frutas que han hecho famosa a la Colonia: las fresas, las moras, los duraznos y los melocotones. Exóticas por su sabor, aún más por el hecho de ser cultivadas a mano, con paciencia, en estas tierras frías.

Del chocolate a la charcutería: una ruta para saborear la tradición
En La Colonia ya no es solo para caminar y observar. Ahora, su propuesta turística se ha diversificado con paseos que permiten conocer más a fondo sus procesos productivos. Desde visitas guiadas a la fábrica de chocolate artesanal hasta recorridos por la cervecería local, pasando por la tradicional charcutería y tostaderos de café, cada parada ofrece una experiencia para el paladar y la memoria.
Y como todo buen viaje merece un recuerdo especial, hay espacios donde puedes vestirte con los trajes típicos de la región —las tovareñas— y dejar que la cámara inmortalice el momento. Un juego encantador que conecta con la esencia histórica de la Colonia.
Adrenalina en las alturas
Para quienes buscan un poco más de emoción, las propuestas al aire libre no se quedan atrás. Tirolinas que surcan el bosque, columpios colgados a varios metros de altura, juegos de ballesta para probar puntería y circuitos en contacto con la naturaleza hacen de este destino un lugar donde el descanso y la aventura conviven en armonía.
Entre tanta actividad, siempre vale la pena detenerse un momento en el corazón del pueblo. Su plaza, adornada de flores, y su iglesia —de arquitectura colonial germánica— son dos postales que capturan la esencia cultural del lugar.
Pero si hay algo que nadie olvida tras visitar la Colonia Tovar, es su gastronomía. Desde una taza de café caliente con crema, ideal para enfrentar el clima fresco, hasta las inconfundibles salchichas alemanas, cada bocado es una celebración de su herencia germánica.
Cada restaurante tiene su sello: algunos ofrecen desayunos tradicionales con pan artesanal y mermeladas de frutas locales; otros se especializan en carnes ahumadas, guisos caseros y pastelería digna de vitrina. Las fresas con crema, por supuesto, son el cierre perfecto: un clásico que resume dulzura, frescura y tradición.
Regalos con historia
La experiencia se completa con los souvenirs. Aquí no se trata solo de llaveros o postales. En cada esquina es posible encontrar artesanías, mantas tejidas, chaquetas de lana, jabones naturales, vinos caseros y plantas en macetas que llevarán un pedazo de la Colonia de regreso a casa. Es un mercado donde cada objeto tiene una historia y cada producto guarda un pedacito del clima, el esfuerzo y el amor con que fue hecho.
La Colonia Tovar sigue siendo ese lugar al que uno siempre quiere volver. Por su clima envolvente, por la calidez de su gente, por los sabores que reconfortan y las vistas que quitan el aliento. Ya sea para una escapada familiar, una cita romántica, una aventura o una pausa en solitario, esta joya del estado Aragua no deja de reinventarse. En cada visita hay algo nuevo por descubrir… y mucho por saborear.
Por: Deisy Teran Tosta. Periodista venezolana