Las millas de mis viajes no son todas acumuladas en mi cuenta de viajero frecuente. Muchas pasan por las suelas de mis zapatos, al caminar por la calles de las ciudades que visito. Camino con los ojos abiertos para disfrutar de los detalles, que de otra manera pueden pasar desapercibidos aún para los que habitan de la ciudad
El Camino sigue y sigue desde la puerta.
El camino ha ido muy lejos,
y si es posible he de seguirlo
recorriéndolo con pie fatigado
hasta llegar a un camino más ancho
donde se encuentran senderos y cursos
¿Y de ahí a donde iré? No podría decirlo.
“El Señor de los Anillos” de J.R.R Tolkien
Hay calles que por si solas se constituyen en destinos. Las atravesamos con prisa por llegar a donde queremos, sin percatarnos de miles de detalles, que quedan a la espera de un día de calma donde podamos descubrirlos. Algunas de mis calles favoritas las he descubierto por casualidad, al quemar algunas horas que quedan libres en el medio de una jornada de trabajo en alguna ciudad que puede estar a miles de millas de mi hogar.
París con acento latino
París es famoso por sus grandes iconos… la Torre Eiffel, El Arco del Triunfo, La Catedral de Notre Dame. Pero para mí es el Arcangel Miguel, en su estatua majestuosa al inicio del Quartier Latin, o Barrio Latino, lo que realmente me indica que he llegado a París. El ruido de turistas, el paso apurado de los parisinos que van o regresan del trabajo y los miles de restaurantes listos, conforman la París que amo, por encima de la ciudad de museos y mausoleos de las guías turísticas.
Los Luthiers que ofrecen sus instrumentos musicales hechos a mano, las finas pastelerías, y en especial las creperías al mejor estilo bretón que ofrecen galletes –las primas saladas de las crepes, imagen de la bretaña francesa—completan la imagen de la ciudad luz.
Si usted quiere, manténgase cerca de la plaza de Saint Michel para una experiencia promedio o adéntrese en sus pequeñas calles laterales para una experiencia mas real, regada con olores de shawarma y crepes, con diálogos de mercaderes políglotas; algo para disfrutar en primera persona, con la protección que al arcángel Miguel le ofrece.
Shangai: tierra de contrastes
Al llegar a Shangai se disipan las imágenes adquiridas en libros de policías y espías. El contraste impresiona. Juntos conviven modernos rascacielos y viviendas de barro, salpicados de edificios ingleses y calles estrechas, llenas de diminutas tiendas. Minutos después de haber llegado la primera vez, yo ya estaba saturado con los numerosos vendedores ambulantes que me ofrecían el ultimo MonBolanc o Lolex –las palabras mas cercanas a Mont Blanc y Rolex que ellos pueden pronunciar.
En el paseo The Bund, a la orilla del río Huangpu, la comida es protagonista. Platillos exóticos se ofrecen en calles principales al lado de restaurantes de comida rápida que lucen transplantados de otras latitudes. Prepare su paladar, y su vista, para lo que encontrará. Los barcos sobre el río, la vista hacia los edificios futuristas, como la Torre Pearl, y las construcciones clásicas llenan sus ojos, casi tanto como los manjares callejeros podrían llenar su estomago.
Pollos secos y negros, caras de cerdo que te observan a través de su plástico envoltorio, peces vivos, brochetas de frutas y helados de guisantes son algunos de los sabores con los que tropezará en el camino. El olor es casi indescriptible, pero se puede calificar de desagradable, al menos las primeras veces. Pero los sabores son intensos, desconocidos para los occidentales, y se grabaron en mi memoria tanto como las imágenes que aquí observan.
Caminando como un Zar, en la Moscú moderna
Caminar millas a pie del Teatro Bolshoi hasta la Catedral de San Basilio en plena noche, con nieve, puede ser alucinante. Edificios neutros de apariencia burocrática se escurren bajo los copos de la nieve. El teatro Bolshoi, con su apariencia griega en el exterior, es imponente por su arquitectura pero también por su historia. De allí a la Plaza Roja, el trayecto es corto pero variado. Un cruce peatonal bajo la avenida que se interpone, da idea de cómo la vida en Moscú transcurre de manera más intensa al resguardo del frío. Las ventas de libros, software y Matriuskas –las famosas muñecas rusas que se guardan una dentro de otra—llaman la atención casi tanto como los artistas populares con su música.
Más allá del cruce, aparecen los edificios emblemáticos. ¡Yo quedé de una pieza al ver las coloridas cúpulas de la Catedral, en medio de un arco que da entrada a la famosa Plaza Roja! El Kremlin y el museo militar hacen marco a la plaza donde tantos hechos de la historia han ocurrido, mientras que cerca, en la entrada de un moderno centro comercial, se encuentra una entrada al Metro, otra experiencia que ningún visitante debe dejar de experimentar, por más atrayentes que sean las calles de Moscú. Aquí aún más que el frío, es la historia la que lo invade a uno.
Las novias de Guadalajara
Al caminar millas a pie por el centro de Guadalajara la historia se hace presente de forma tajante. Viejos edificios enmarcan las calles de adoquines que invitan a ser paseadas.
Caminando de la Catedral hacia el emblemático mercado San Juan de Dios, está la calle que he dado por llamar de las Novias, por la gran cantidad de vestidos para matrimonios que se encuentran en exhibición. Para el transeúnte promedio no es más que el camino diario, pero para un grupo –no tan pequeño– esa calle engloba las esperanzas de toda una vida. Desde mi asiento en un banco, pude ver a varias novias que, acompañadas de sus madres, saltaban de vitrina en vitrina imaginándose en esos vestidos.
¡Sólo Dios sabe cuantos sueños se han tejido ante los aparadores que albergan vestidos, que al igual que las muchachas solteras que pasan apurando el paso, están esperando que un amor bonito las encuentre en esa calle y se las lleve de allí!
Alcides León