«El 26 de junio de 2008, nuestro amigo Michael Seibel nos presentó a siete importantes inversores de Silicon Valley. Queríamos levantar US$ 150.000 a una valuación de US$ 1,5 millones. Cinco nos rechazaron; los otros dos ni siquiera respondieron.»
Al pie del párrafo posteado en un blog por Brian Chesky, cofundador y CEO de Airbnb, se leen los mails con las negativas, que alegaban «no tener una oportunidad de mercado lo suficientemente grande». De haber apostado, hoy los inversores serían dueños del 10% de la firma, valuada en US$ 25.500 millones.
Alojamientos para mascotas (DogVacay), alquileres temporarios de autos (RelayCars) o de cocheras (JustPark), mandados y mensajería (TaskRabbit), son más ejemplos que prosperaron en el exterior.
Aquí, mientras las nuevas multinacionales crecen y se acercan (la llegada de Uber es inminente), se multiplican las firmas locales que replican la tendencia y hacen de éste un mercado de colaboración incipiente. Los argentinos ya ofrecen y comparten alojamientos, comidas y traslados; venden y compran entradas o ropa usada en ferias online; piden y prestan dinero, no sólo en papeles y metales, sino también en bitcoins; se postulan o contratan a profesionales en marketplaces laborales. En esta variedad de entornos, la «uberificación» de la economía es un hecho en la Argentina.
La consultora Nielsen indica sobre la base de estudios que los millennials y los miembros de la generación X son, en ese orden, los más predispuestos a compartir. Y esa voluntad emerge en un contexto ventajoso: «Las plataformas tecnológicas y apps mobile unen oferta y demanda de una forma que antes no era posible (más rápido y más barato) creando nuevas oportunidades de negocio», se escribe en un trabajo del Banco Mundial.
En la Argentina, la acelerada evolución de la conectividad móvil ya ha convertido a la mitad del parque de celulares en smarts. A eso se le suma la acción de jóvenes compañías que llevan adelante una evangelización para arraigar los nuevos hábitos colaborativos en un mercado que aún no se fía. Una encuesta de Nielsen indica que 37% de los argentinos no están dispuestos a formar parte de transacciones de este tipo (proporción mayor que en la región), aunque casi la mitad lo considera una oportunidad y 17% es entusiasta. Sólo 21% compartiría o alquilaría el auto, y apenas 12%, la casa, ahonda el estudio. «Al ser disruptivo, las barreras de entrada son un poco más altas, porque hay que crear un hábito; una vez que lo creás, tiene que ser una experiencia mejor que su competencia, es decir, en nuestro caso, comer en un restaurante», explica Tomás Bermúdez, fundador de Cookapp, similar a la extranjera EatWith, que conecta a cocineros y comensales.
El esfuerzo es promisorio: la economía de compartir, pilar de una nueva revolución tras la era de Internet, que sucedió a la industrial, moverá US$ 335.000 millones en 2025, según proyecciones del Credit Suisse. Y los especialistas arriesgan que el aporte de los nuevos negocios podría multiplicar por tres el PBI de los países, gracias a que «muchos de los nuevos servicios digitales implican la utilización más eficiente de los bienes (la casa, el auto) o el tiempo», señala el análisis del Banco Mundial, que aborda otro punto curioso de la colaboración: «Al parecer, para los usuarios, el acceso a los bienes es más importante que ser su dueño». Así, compartir cambiaría la relación de las personas con la propiedad. Al menos, de algunos bienes.
Podría pensarse que algunos problemas sociales de la Argentina, como la inseguridad, podrían constituir trabas para el avance de la colaboración. Sin embargo, Ricardo Szily, socio de estrategia de PwC, opina que «los modelos y formatos de colaboración están probados, y no hay nada que impida que eso también pase aquí». Aunque, distingue, hay sectores más proclives que otros a adoptarlos, sea por su propia naturaleza o por factores culturales. «Funcionan en general las transacciones que involucran una necesidad puntual que pueda ser resuelta con una respuesta tecnológica y con simplicidad, pero además que implique una conveniencia para el consumidor», define. El transporte es un caso emblemático en el que, sin embargo, cree que «tarde o temprano se corregirán las asimetrías con el sistema establecido» (taxis vs. Uber), entre otros puntos, por la fuerte presencia de los gremios.
Para Szily, el sector financiero es ejemplo de lo contrario; es menos propenso a convertirse a la colaboración por las características de su funcionamiento en el país. Existen, no obstante, los que se animan a desafiar el entorno, como Afluenta, plataforma de préstamos entre particulares que originó más de 3000 créditos por $ 65 millones, financiados por 441 inversores. Mientras avanza en una posible asociación con los bancos, se ocupa estratégicamente de los segmentos desatendidos. Bondarea es otro de los sitios locales, donde además se canaliza dinero de particulares a pymes.
En la nueva economía, hay participantes todavía más osados. La cervecería Doble 6 abrió sus puertas en Palermo con el dinero que consiguió en Wayniloans, un sitio de préstamos colaborativos de bitcoins creado por argentinos. Hasta ahora, el fondeo suma inversiones por US$ 30.000, precisa Juan Francisco Salviolo, CEO de la plataforma, que está siendo incubada en Venture Hive, una importante aceleradora de Miami. «Son casos interesantes, pero aún poco relevantes en el conjunto del sistema financiero», evalúa Szily.
Para quebrar las estructuras, los proyectos relacionados con la economía colaborativa buscan el envión de inversores de riesgo que ya los tienen en la mira. Con el cambio de escenario político y económico, comienzan a acercarse al país. «La shared economy está cambiando la forma de hacer negocios y la forma en que se desarrollan los países y el tipo y calidad de vida de la gente; la Argentina no se va a quedar atrás», afirma Santiago Caniggia Bengolea, cofundador del fondo latinoamericano Nazca Ventures, controlado por el europeo Mountain Partners. La reciente eliminación de restricciones cambiarias, señala, juega a favor: «Este último verano, 30% de los alquileres de temporada de argentinos en el extranjero, e incluso en la costa argentina, fueron por Airbnb. La actualización del tipo de cambio y la baja de las restricciones para transferencias generarán un aumento exponencial en el uso de estos sistemas de compartir servicios y productos vía Web
mobile, que necesitan de la flexibilidad de los medios automáticos de pago para crecer, sobre todo mas allá de las fronteras», proyecta. Pronto, el fondo lanzará una company builder en la Argentina «con foco en modelos innovadores y disruptivos de economía colaborativa», anuncia el inversor.
La experiencia en otros países demuestra que los desafíos más importantes están relacionados con el trabajo, dado que la contracara del modelo es la eventual precarización laboral, que en mercados más desarrollados algunos ya objetan. A nivel local, donde la informalidad laboral supera el 50% (entre cuentapropistas y empleados en dependencia), también se encienden alertas. Además, es importante adaptar el marco legal, que siempre corre de atrás a la tecnología, dado que muchas apps se montan sobre grises legales.
Un modelo versátil
En el mundo. La colaboración adopta distintas formas
Task Rabbit
Tareas cotidianas
Es un mercado online
donde la gente se ofrece para hacer tareas cotidianas, como limpieza, mandados, entregas o mantenimiento. Es un éxito en los Estados Unidos y se expandió a Europa.
Just Park
Estacionamiento
La plataforma funciona
como un mercado de cocheras privadas que permite a los automovilistas hacer reservas y evitar incomodidades, por tarifas más económicas.
Bla Bla Car
Viajes compartidos
Es una comunidad expandida
sobre todo en Europa, para compartir traslados en vehículos particulares entre ciudades, que ayuda a aliviar el gasto.
Holidog.com
Cuidado de mascotas
El servicio, como en
DogVacay, pone en contacto a quienes necesitan o se ofrecen «alojamiento» temporario para mascotas, por ejemplo, cuando sus dueños salen de vacaciones.
Turo
(RelayRides)
Alquiler de autos
A través de la plataforma
nacida en EE.UU., los particulares pueden poner su propio auto en alquiler o, al revés, encontrar allí un vehículo. El mínimo es de un día, distinto de GetAround, que permite alquilar por hora.
Con información de La Nación/Luján Scarpinelli